Siempre hay pilotos que destacan más que otros. Pilotos con más talento, con más suerte, con un mayor don. Pilotos que tienen más facilidad por destacar, por darse a conocer, por estar delante y triunfar. Son verdaderos genios, y esta temporada tenemos a genios de los grandes compitiendo en las diferentes categorías: Romain Grosjean en la GP2, Noriyuki Haga en las Superbikes, Albert Costa en las Renault World Series y, sobre todo, Jenson Button en la Fórmula 1.
Son los nombres del momento. Son los ganadores de hoy, los campeones del mañana. Lo tienen todo para ganar sus respectivos campeonatos, y van a por todas. Son pilotos que, cuando oyes hablar de la competición, sus nombres salen solos. Y eso solo lo puede conseguir un ganador nato, un número uno. Darse a conocer no es nada fácil, y mantenerse en la cresta de la ola mucho menos. Pero ellos saben como hacerlo: ganando.
Ganar. Subir al escalón más alto del podio. Champán. Hacerse con la copa. Sonreir. Disfrutar de los momentos más felices para el piloto. Sin duda, cruzar la línea de meta en primera posición es algo al alcance de pocos, muy pocos. Y que esto se convierta en algo normal y constante para uno, es igual de extraordinario como difícil. Pole, victoria, vuelta rápida... estar arriba requiere mucho esfuerzo, trabajo, talento y una pizca de suerte, la suerte de los campeones.
Todos luchan por estar ahí, pero solo hay espacio para uno. Y conseguir subir a lo más alto es motivo de alegría, de euforia. Y una de las partes más bonitas de una carrera es ver la cara de satisfacción de los pilotos en este preciso instante. Sonrisas, saltos de alegría, ojos que se inundan de orgullo, emoción y gratitud hacia el equipo. Cuesta conseguirlo, y una vez allí hay que saborear el momento, porque no se sabe cuando ocurrirá de nuevo. Lo único que saben es que luchar, lucharan por ello hasta el final.
Desde fuera, este monopolio del piloto se puede convertir en monotonia, hasta en aburrimiento, si quieren. Pero no hay que olvidar que detrás de cada victoria, de cada pole, de cada vuelta rápida, hay horas de trabajo, esfuerzo, de ganas y motivación. Para el piloto, cuantas más carreras gane, mejor. Pero por otro lado, para el aficionado, cuanto más se alternen los pilotos en lo más alto del podio, mejor. Parece mentira que la misma persona que venere a un piloto desee que no gane siempre...
El ejemplo más claro es el de Jenson Button. Su dominio en la Fórmula 1 es extraordinario, nadie lo puede alcanzar, ni siquiera su compañero de equipo. Para él, cada victoria es un gran premio, la carrera perfecta; pero para el espectáculo y la emoción de la competición, es un golpe muy duro. Sobre todo cuando lo que pasó en el último mundial, donde Hamilton ganó el campeonato en la última curva, aún está tan presente. Las cosas tendrán que cambiar mucho para detener al inglés... o al menos para intentar llegar a su nivel.
Sucede más de lo mismo con Haga en las Superbikes. El japonés es el clarísimo dominador, no hay quien le pare. Y en las Renault World Series, el joven Albert Costa se está convirtiendo en imbatible. Es increible lo que hace semana tras semana, realmente espectacular. Es el rival a batir, y de momento no hay quien pueda con él. Pole, victoria, vuelta rápida. El piloto de Epsilon Euskadi ha empezado con ganas de demostrar de lo que es capaz. Y en la GP2, parece que no haya nadie que le haga sombra a Romain Grosjean. Recuerden estos nombres si es que no los conocen ya.
Puede parecer fácil. Puede parecer que no tengan rival. Puede parecer que estar por encima de los demás llegue a ser fácil para lo pilotos y aburrido para el espectador al quitarle emoción al campeonato. Pero les aseguro que hacer lo que hacen estos magos del asfalto no es nada fácil. Totalmente al contrario. Mantener este frenético ritmo es algo que está solamente a la altura de verdaderos campeones; de pilotos únicos, incomparables e inconfundibles. Ganar es algo al alcance de unos pocos afortunados con talento. No hace daño al espectáculo... solamente hace más grande al piloto.